miércoles, 21 de noviembre de 2012

Agricultura urbana, ecología a pie de calle

El hombre se ha visto envuelto en una vorágine de desarrollo que le arrastra a las grandes ciudades dominadas por la tecnología, espacios donde parece no haber sitio para la naturaleza, ¿o sí?.

Cada vez son más las personas que se apuntan a un movimiento, tanto ecológico, como social: la agricultura urbana. La agricultura urbana surge de la mano de la Revolución industrial y el éxodo a las grandes ciudades, cuando los obreros recibían un salario ínfimo que no les permitía cubrir sus necesidades básicas, y una de las oportunidades que vieron para subsistir fue la creación de pequeños huertos en los límites de las ciudades. Estos huertos solían ser comunes, pertenecían a un grupo de personas que normalmente vivía cerca de ellos, y, además de alimentarles, les permitía comerciar con los alimentos a unos precios asequibles para los obreros de la zona.

Hoy en día este fenómeno está cada vez más patente. En España existen numerosos huertos urbanos en todas las grandes ciudades. Normalmente se sitúan en solares o zonas abandonadas de la ciudad, aunque no es extraño encontrárselos en cunetas o incluso fuentes, reconvirtiendo estos espacios en lugares de convivencia que permiten a los ciudadanos recuperar una humanidad y una naturaleza que, a primera vista, parecía perdida. Son huertos ecológicos, generalmente promovidos por asociaciones de vecinos, en los que la entrada es totalmente libre y donde la gente que acude, así como sus motivaciones, son muy distintas.

Lo interesante de estos huertos no es sólo su capacidad de adaptación en un medio que les es hostil, sino también la gran cantidad de movimientos sociales que se fraguan en ellos. Lo que empezó como un pequeño huerto, acaba por convertirse en un improvisado ágora donde distintas generaciones discuten temas de todo tipo, comparten experiencias, donde surgen movimientos sociales y políticos impulsados por la sociedad y para la sociedad, donde el nihilismo social desaparece.

¿Es este el inicio de la resistencia? ¿Acaso comenzamos a darnos cuenta de que un desarrollo desmesurado sin objetivo alguno, como el que estamos viviendo, no lleva a ninguna parte? ¿Viviremos un éxodo masivo a las zonas rurales? Sea como fuere, está claro que es necesario un cambio de actitud urgente con respecto a la naturaleza, si no queremos que la realidad que nos pintó Huxley en Un mundo feliz acabe por ser algo más que simple literatura. Estos huertos urbanos son un pequeño paso al alcance de todos que os animo a descubrir




martes, 20 de noviembre de 2012

Una nueva batalla moral: la liberación animal

Si anteriormente traté de esclarecer el concepto de especismo, en la presente entrada comenzaré por exponer la clase principal de especismo que nosotros practicamos: el antropocentrismo.

Consideraremos el antropocentrismo como la postura que defiende los intereses de la especie humana por encima de los intereses, necesidades e incluso del bienestar del resto de especies animales. Por nuestra arbitraria pertenencia a la especie humana obtenemos un valioso status moral: la aceptación en la comunidad de iguales,el reconocimiento de la igualdad moral. Pero, ¿podemos juzgar como correcta una ética que atendiendo exclusivamente a los intereses de la propia especie imposibilita la realización de los intereses de los demás seres vivos? Vemos una primera distinción entre todos los animales (ya sean humanos como no humanos): no todos pertenecemos a la misma especie. Esto es una diferencia, ahora bien: ¿es una diferencia moralmente pertinente?, ¿en qué se apoya el antropocentrista para creer que, efectivamente, sí lo es? 
El argumento fundamental que respalda la actitud antropocentrista es reconocido como la superposición de las especies. En síntesis, este razonamiento nos comunica que se debe respetar a los seres humanos por encima de cualquier otra especie porque somos nosotros los únicos que poseemos ciertas capacidades (generalmente intelectuales o lingüísticas) o podemos establecer relaciones especiales (de afectividad, por ejemplo). La posesión de estas capacidades, por tanto, es lo que nos posiciona (presuntamente) en un estrato moral superior. La insostenibilidad del argumento se revela cuando profundizamos en su supuesto. En primer lugar, la afirmación en la que se basa es falsa. Consideran ciertas capacidades como lo esencial del ser humano, lo que lo constituye como ser superior, único o diferenciado. Ahora bien, no todos los humanos presentan esas capacidades, ¿entonces, eso les excluye de pertenecer a la especie humana? En segundo lugar, no sólo observamos que existen personas con una diversidad funcional que no cumplen esos requisitos de inclusión en la comunidad de iguales, sino que, además, existen animales no humanos que sí que los cumplen, ¿por ello pertenecen a lo que ésta teoría ha calificado de ser humano? Éste criterio no funciona para realizar una distinción que no resulte difusa entre seres humanos y demás animales. Además, éstas capacidades que son consideradas según el antropocentrista como el criterio para pertenecer o excluir a seres de nuestra comunidad, resultan moralmente irrelevantes . 
Entonces, ¿cuál es el criterio que debemos establecer para considerar a un ser digno de ser tratado moralmente? Considero que la característica básica que le da a un ser el derecho a una igual consideración es su sensibilidad, esto es, su capacidad tanto de sufrimiento, como de disfrute. Esta postura es denominada como sensibilismo, y es el contra argumento necesario ante toda actitud discriminatoria. Lo que está mal es causar sufrimiento a otro ser, incluso si ese ser no pertenece a tu propia especie. Esto nos lleva a afirmar que todo individuo que tenga esta capacidad de sufrimiento merece el reconocimiento de una igualdad de trato dentro de una misma comunidad moral, que todo sujeto de vida merece el reconocimiento de unos derechos básicos inalienables y que debe tratársele de acuerdo con sus necesidades y deseos. 
La capacidad de sentir nos vincula irremediablemente con el resto de especies.
Éste es el camino de la liberación animal, que nos exige hacer extensivo el trato moral que sólo aplicamos a los miembros de nuestra especie al resto de ellas y defender esos principios que hasta ahora sólo nos han resguardado a nosotros para que protejan también a los demás animales no humanos: el derecho a la vida, a la protección de la libertad individual y la prohibición de la tortura. Todo esto será únicamente posible construyendo una ética que vaya más allá de la especie.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La conciencia de las máquinas


Este texto, tiene como propósito una introducción al tema sobre la conciencia de las máquinas, siendo el término conciencia tratado y entendido no como aquella capacidad de darse cuenta de sí y de su entorno, es decir, de una autoconciencia de los propios artefactos, sino de la forma en la cual éstos están creados en aras a menguar o mejorar los problemas que surgen y afectan a la sociedad vigente. Un ejemplo práctico sobre esta idea es, como el mercado automovilístico ha variado tanto en las últimas décadas frente al problema del cambio climático. Son frecuentes los anuncios que inundan nuestras pantallas con vehículos híbridos o eléctricos asegurando vender eficiencia y rentabilidad siempre con una mentalidad más ecológica y segura frente a los obsoletos y contaminantes coches de gasolina. 

Visto este ejemplo no podemos negar la capacidad de adecuación o acondicionamiento a las que son sometidas las máquinas y son muchas las industrias y empresas que se han unido a este plan ecológico bajo un sugerente eslogan: “Buy Green to Save Green”. Exponiendo al mercado productos innovadores y en su mayoría renovables para un consumo más concienciado y eficiente. Al igual que con el ejemplo anterior, podemos encontrar diversos productos tecnológicos mejorados o totalmente modernos que se encuentran dentro de este marco de conciencia social y ecológica, por lo que no siempre esa conciencia de los artefactos se desenvuelve en el mismo horizonte. 

Pero este hecho no es algo totalmente novedoso, sin ir más lejos, Aristóteles, en una de sus obras hace mención a dicha subordinación de las máquinas: “Si todos los instrumentos inanimados pudieran cumplir su cometido obedeciendo las ordenes de otro o anticipándose a ellas, como se dice hacían los de Daedalos, o los autómatas de Hefestos […], si las lanzaderas tejieran solas […], los amos no necesitarían esclavos.” [Política Aristóteles Libro I Capítulo 3, 1253b 33.]

No podemos evitar hablar de una evolución tecnológica que pone las máquinas al servicio y disposición del hombre y nos proporciona un ahorro de tiempo y facilidades cotidianas adaptadas a nuestro sedentario estilo de vida, además de una actual “conciencia ecológica”, todo eso a pasos agigantados. Estas prestaciones son cada vez más económicas y accesibles a toda la sociedad por lo que cada vez es más sencillo recurrir a ellas sin necesidad de renunciar a un consumo ecológico y eficiente.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tenemos mucha técnica, y muy poca sabiduría.


Hace ya 62 años que Norbert Weiner publicó una de sus obras más influyentes: Cybernetics and Society, acompañada con un subtítulo esclarecedor, a la par que prometedor: The Human Use of Human Beings. Este proyecto prometía ser un avance, no solamente en el campo científico y técnico, sino también en el campo humano. La pregunta es: ¿Lo ha sido? Qué se iban a imaginar los griegos, los medievales, o incluso los seres humanos del siglo XIX que la técnica iba a alcanzar los niveles que ha alcanzado hoy en día. ¡Para ellos era impensable! Ahora bien, cabe preguntarnos: ¿Ha avanzado tanto la humanidad como la técnica?¿Ha habido un progreso humano como tal? ¿Estamos haciendo un uso humano de los seres humanos?

La tecnología envuelve a la sociedad de tal manera, que los seres humanos se sirven de ésta para responder aquellas preguntas vitales que ya se formulaban los griegos en el siglo V a.C, como por ejemplo: ¿Qué puedo hacer para que mi vida merezca la pena ser vivida? Pero ahora hay marcas de tecnología que venden su producto como “answers of life”, ahora bien ¿acaso puede ser la tecnología la que responda a tales preguntas? Es por eso por lo que creo que no ha habido un progreso humano como tal, es más, defenderé que el desarrollo tecnológico ha adormecido a la humanidad. Las personas han dejado de preguntarse a sí mismas qué es lo que quieren, qué es lo que piensan, o qué es lo que sienten, esto es, ya no hay un proceso de autognosis. Los griegos otorgaron gran importancia a este proceso, sólo hace falta recordar la inscripción que hay a la entrada de Delfos: conócete a ti mismo. En cambio, los seres humanos del S XXI ven el conocimiento de uno mismo como una labor aburrida y molesta. De ahí, que resulte inútil preguntar a una persona cuáles son sus deseos y aspiraciones, puesto que su respuesta será tan mecánica como la de un robot; sus deseos responderán a lo que la sociedad tecnológica le haya impuesto, y será justamente ésta la única que pueda "satisfacerlos". 

El ser humano no tiene derecho a vivir, sino que tiene el deber de vivir ¿A qué me refiero con esto? Me refiero a que debe ser él mismo el que elija libremente quién ser, qué hacer, y cómo vivir. Porque de eso se trata la vida, de hacerse a uno mismo. No se trata de delegar esa responsabilidad a la tecnología que falsamente se presenta como liberadora, porque no lo es. Si dejamos esa labor a la tecnología permaneceremos dormidos toda nuestra vida, seremos personas falsamente libres, no tomaremos las riendas de nuestra vida, y nunca seremos verdaderamente felices. Pues como bien dijo Aristóteles: "Quien renuncia a tomar las riendas de la propia existencia, renuncia con ello a ser feliz".

¿Por qué creo que no ha habido un progreso de la humanidad como tal? Seguimos peleándonos como hace 2000 años, ahora con más violencia, diría yo. Nos hemos olvidado del deber que tenemos como seres humanos que somos. El deber que tenemos a la hora de relacionarnos con la naturaleza, en vivir sosegadamente y en paz. Pero sobre todo, y lo más importante, en hacernos a nosotros mismos, no permitiendo que la tecnología se ocupe de esa labor tan humana. No hemos aprendido a vivir en paz, y a disfrutar de la técnica. La tecnología es extraordinaria, sólo que hay que saber cómo usarla, y para qué usarla.

¿Aprenderemos?





Marina de Dios

martes, 13 de noviembre de 2012

La ética animal como lucha contra el especismo

¿Qué relación tiene - os estaréis preguntando- la ética animal con la ecofilosofía, o yendo más allá, con la tecnología? El objetivo de esta entrada es exponer una problemática fundamental para el ecologismo y aclarar los conceptos base que nos permitan comprender su profundidad.

El enfoque particular de mis entradas apuntará a la relación de dominio que establece el animal humano, sostenido por la fuerte industria tecnológica, sobre los animales no humanos. El término especismo hace referencia a esta relación de poder que adopta de manera práctica casi toda la humanidad sometiendo a la comunidad animal.
Definimos especismo como un prejuicio, inclinación o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de la especie propia en detrimento de las restantes. Es pues, una discriminación moral, y además de ello, supone un grave impacto ecológico (como fundamentaremos en las próximas entradas). Analizando esta definición podemos establecer una clara analogía con el racismo y con el sexismo. Acorde con el documental Earthlings; los racistas violan el principio de igualdad otorgándole un valor superior a los intereses de los miembros de la propia raza, los sexistas violan el principio de igualdad favoreciendo los intereses del propio sexo frente al otro, y, de igual manera, los especistas consienten que los intereses de su propia especie pre-dominen sobre los intereses de los miembros de las restantes especies. El principio de igualdad de los seres humanos remite a una igualdad moral, expresa la norma que nos indica cómo deberíamos ser tratados. A lo que no hace referencia es a una igualdad real, esto es, el principio de igualdad no se aplica por el hecho de que seamos iguales de una manera efectiva, ya que estrictamente hablando no podemos serlo, porque no hay ser que resulte idéntico a ningún otro. El principio de igualdad es el criterio que se usa para introducir o dejar fuera a posibles miembros nuevos dentro de una comunidad de iguales. Según lo visto, el especismo implica que únicamente se reconozca un imperativo moral entre los componentes de la propia especie. Que consideremos solamente al humano como un ''alguien'' hace que reconozcamos a lo demás que nos rodea como un mero ''algo'', y le demos el mismo trato que a un simple objeto. 
La cultura en la que estamos inmersos, la educación que recibimos y la sociedad con la que nos relacionamos es fundamentalmente especista. De manera normal, asumimos que sólo los miembros de nuestra propia especie han de ser tenidos en cuenta plenamente. Mostramos una disposición a infligir a los animales no humanos un dolor (y de manera común y añadida, la muerte) que no consideraríamos ni por un momento aplicar a un animal humano. Tomamos como legítimo dañar a otras especies si este daño nos reporta algún beneficio, ya que en nuestra tabla de categorías los restantes animales han quedado relegados a recursos. Pero, ¿es ésta postura moralmente correcta?, ¿qué nos lleva a afirmar que por el hecho arbitrario de pertenecer a una especie y no a otra somos los dueños de las millones de especies vivas restantes?, ¿cuál es la idea equivocada que convence al hombre como humanidad de que él debe dominar la Tierra sobre lo demás y los demás que le rodean? En una era donde el racismo y el sexismo son actitudes fuertemente combatidas y cada vez menos frecuentes, ¿no es el momento de darnos cuenta de que nosotros aún caemos en el último de esos -ismos, e iniciar una nueva batalla moral?

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Energía


En esta entrada vamos a tratar el núcleo de la problemática del ecologismo, a saber, la oposición del hombre con la naturaleza, partiendo del concepto energía. Definimos energía como la adquisición de recursos naturales, es decir, como el hombre obtiene los recursos que necesita de la naturaleza que de por sí tiende a no ser dominada, a no ser sometida a nuestros fines, en términos populares podríamos decir: “el que algo quiere, algo le cuesta”. Esta dominación por parte del hombre es necesaria, de lo contrario el hombre perecería, esto es, la manera de no dominar en ningún sentido la naturaleza seria la extinción del hombre, toda mediación del hombre supone una agresión a la naturaleza , incluso si volviéramos ahora mismo a una sociedad des-industrializada con la población actual supondría arrasar con los recursos naturales, pues consumiríamos la totalidad de los recursos afectando a los ecosistemas y provocando la extinción de la naturaleza.
Es gracias a la tecnología que mejorando los sistemas de producción, creando invernaderos piscifactorías, granjas, energía en las centrales ( que es la base de la producción )... como el hombre puede ganarle la partida a la naturaleza para poder sobrevivir. El modo como el hombre realiza esta acción es el debate que nos ocupa y que abordaremos en próximas entradas. Por el momento vamos a indagar un poco más en esta cuestión del hombre frente a la naturaleza, podemos mostrar como en sociedades menos desarrolladas, en las que es el mito el que regula el modo como el hombre media con la naturaleza, se observa más claramente la dependencia que tiene el hombre de la naturaleza pues aunque sea opuesto a nosotros también es lo que nos permite vivir, no podemos permitimos el lujo de acabar con ella. Es este puesto singular del hombre en el cosmos lo que nos lleva a plantearnos cuestiones de desarrollo sostenible, es decir, tenemos que establecer las proporciones en las que podamos consumir lo necesario sin destruir la naturaleza y a nosotros mismos como consecuencia.
Me queda hacer un breve resumen histórico de la evolución del concepto naturaleza, por lo breve y esquemático del discurso no puedo detenerme a debatir diversas interpretaciones de mis afirmaciones, así junto la época antigua y la medieval por ser anterior a la aparición de la ciencia moderna. En este conglomerado de época antigua y medieval Dios era padre (curioso que se cambie madre tierra por padre generador) y creador de la naturaleza y del hombre, la naturaleza tiene un componente intrínsecamente malo (pecado original) que se encuentra en oposición al hombre pues este participa de lo mas elevado (bueno) que es Dios. Con el surgimiento de las épocas moderna y contemporánea donde la razón (causa, efecto) es la que dicta el conocimiento, la naturaleza se nos muestra como autorreguladora y autónoma donde el orden racional es el que regula y por ser orden racional y participar de la razón se torna buena, para muestra las teorías del malestar de la cultura donde el hombre solo puede ser feliz fuera de esa oposición a la naturaleza que es la cultura, es decir, que tiene que participar de la razón natural ser uno con la naturaleza para poder autorrealizarse en la felicidad, que es lo propio del hombre .

Ecologismo, feminismo y el porqué de su re-definición




No es hasta mediados de la década de los 70 cuando, de mano Françoise d'Eaubonne, aparece por vez primera el término ecofeminismo. Hemos de aclarar en primer lugar que no existe una única vertiente de esta tradición filosófica, por lo que cabe mejor hablar de ecofeminismos -en plural-. Y que si algo tienen en común todas ellas es un acercamiento, desde los marcos explicativos y conceptuales del feminismo, a los problemas medioambientales.
Defienden, más concretamente, que el movimiento feminista y el movimiento ecologista se apoyan mutuamente, que tienen conexiones en común -permitiendo entender más ampliamente el uno desde el otro- y que ambos esencialmente buscan desarrollar perspectivas y prácticas globales ajenas a los sistemas de poder bajo la lógica de la dominación.
Es esta vinculación entre la dominación de la mujer -por parte del hombre- y la dominación de la naturaleza -por parte de la humanidad- la que hace necesaria la consideración de ambas dentro del marco de una teoría moral o política que pretenda dar cuenta de los estados de opresión. Y, por el contrario, la omisión o falta de reconocimiento de una de estas dos dimensiones supone irremediablemente una carencia al menos explicativa -cuando no deriva en una concepción directamente inadecuada- del feminismo, el ecologismo o las filosofías medioambientales.
Es en la consideración de las conexiones entre las dominaciones gemelas -que será como llamaremos a las sufridas históricamente por la mujer y la naturaleza-, de sus orígenes y características sobre lo que discutirán mayormente lxs filósofxs ecofeministas.
Un punto importante y relativamente novedoso con respecto a otras maneras de hacer ética es que desde la teoría ecofeminista se aboga por una forma de trabajar de abajo hacia arriba, esto es, que la ética es por definición contextualista y plural. Que no se atiene a unos principios globales que pretendan, sin conseguirlo, dar cuenta de toda la especificidad de cada situación concreta sino que buscan para cada región, lo que esa región necesita. Esto no significa que todo valga ya que, simultáneo -o previo- a este proceso de construcción de leyes morales se ha de desarrollar otro paralelo de estudio sobre la localización, analisis y -cuando proceda- posterior deconstrucción de los primados patriarcales, racistas, sexistas, naturistas .etc.Ya se encuentren estos en el lenguaje más cotidiano, las administraciones, la tipificación de las relaciones sociales...
Algunxs autorxs hacen también un llamamiento en este caso a la recuperación de ciertos principios abandonados a lo largo de la historia por vincularse a lo femenino como serían los de afecto, respecto, reciprocidad, etc. que pasarían a ocupar un papel central como pilares de la Ética.

martes, 6 de noviembre de 2012

¿Juego o superación?


Como animales los seres humanos hemos sido parte de la naturaleza, pero en el momento en que desarrollamos nuestro intelecto nos hemos ido alejando de ésta(o eso dicen). Me parece, pues, interesante estudiar cómo el avance de nuestra inteligencia, así como el de la tecnología, ha afectado a las personas en un aspecto de su vida que parecía incontrolable: la misma biología.

Es un tema muy tratado y controvertido de la bioética actual el de la manipulación genética, pues plantea una diversidad de problemas que para la gente son insalvables. Eso unido al desconocimiento de la gran parte de la población, nos lleva a unos prejuicios y unas contrariedades crecientes a medida que se abre camino esta disciplina en nuestra sociedad. Además, las personas al aceptar la visión positivista no piensan en la ciencia como un medio de control manejado por  intereses  de sustentabilidad poco clara. Por eso se exigen regulaciones legales en torno a estos temas.

En torno a temas como la clonación o incluso el elegir niños “a la carta” nos surgen automáticamente problemas éticos como puede ser el problema de la libertad. ¿Es acaso una negación de ésta al controlar la vida misma? Sin embargo, me gustaría plantear otra cuestión: ¿Acaso alguien ha elegido cómo quiere nacer y dónde? No podemos darle un poder de elección a algo que todavía ni existe, además en un mundo utópico en el que pudiéramos crear  niños que no tuvieran enfermedades ni trastornos genéticos(que no ya estéticos pues me parece algo irrelevante), ¿no elegiríamos que nuestros hijos pudieran vivir sanos y sin peligro de morir prematuramente o de vivir una vida de sufrimiento? Nadie elegiría sufrir si puede evitarlo.

El otro problema es de índole religiosa y es que se considera que el ser humano, al manipular la vida misma, está jugando a ser Dios. Lo único que puede decirse respecto a esto es que, si Dios existe y somos su creación, está claro que la creación es imperfecta. No es un juego, es una superación del ser humano y sus debilidades y si conseguimos ser humanos más perfectos(repito, biológicamente hablando. No me meto en temas estéticos ni morales) , ¿no habremos superado incluso a Dios?

Alejandro Far Huete.


Presentación



Abordaremos desde una perspectiva crítica las diversas temáticas que nos lleven a replantearnos las múltiples relaciones posibles de dominación y poder que se establecen entre naturaleza, sociedad y tecnología; no perdiendo de vista que son nuestras acciones las que determinan el carácter de estas mismas.