martes, 13 de noviembre de 2012

La ética animal como lucha contra el especismo

¿Qué relación tiene - os estaréis preguntando- la ética animal con la ecofilosofía, o yendo más allá, con la tecnología? El objetivo de esta entrada es exponer una problemática fundamental para el ecologismo y aclarar los conceptos base que nos permitan comprender su profundidad.

El enfoque particular de mis entradas apuntará a la relación de dominio que establece el animal humano, sostenido por la fuerte industria tecnológica, sobre los animales no humanos. El término especismo hace referencia a esta relación de poder que adopta de manera práctica casi toda la humanidad sometiendo a la comunidad animal.
Definimos especismo como un prejuicio, inclinación o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de la especie propia en detrimento de las restantes. Es pues, una discriminación moral, y además de ello, supone un grave impacto ecológico (como fundamentaremos en las próximas entradas). Analizando esta definición podemos establecer una clara analogía con el racismo y con el sexismo. Acorde con el documental Earthlings; los racistas violan el principio de igualdad otorgándole un valor superior a los intereses de los miembros de la propia raza, los sexistas violan el principio de igualdad favoreciendo los intereses del propio sexo frente al otro, y, de igual manera, los especistas consienten que los intereses de su propia especie pre-dominen sobre los intereses de los miembros de las restantes especies. El principio de igualdad de los seres humanos remite a una igualdad moral, expresa la norma que nos indica cómo deberíamos ser tratados. A lo que no hace referencia es a una igualdad real, esto es, el principio de igualdad no se aplica por el hecho de que seamos iguales de una manera efectiva, ya que estrictamente hablando no podemos serlo, porque no hay ser que resulte idéntico a ningún otro. El principio de igualdad es el criterio que se usa para introducir o dejar fuera a posibles miembros nuevos dentro de una comunidad de iguales. Según lo visto, el especismo implica que únicamente se reconozca un imperativo moral entre los componentes de la propia especie. Que consideremos solamente al humano como un ''alguien'' hace que reconozcamos a lo demás que nos rodea como un mero ''algo'', y le demos el mismo trato que a un simple objeto. 
La cultura en la que estamos inmersos, la educación que recibimos y la sociedad con la que nos relacionamos es fundamentalmente especista. De manera normal, asumimos que sólo los miembros de nuestra propia especie han de ser tenidos en cuenta plenamente. Mostramos una disposición a infligir a los animales no humanos un dolor (y de manera común y añadida, la muerte) que no consideraríamos ni por un momento aplicar a un animal humano. Tomamos como legítimo dañar a otras especies si este daño nos reporta algún beneficio, ya que en nuestra tabla de categorías los restantes animales han quedado relegados a recursos. Pero, ¿es ésta postura moralmente correcta?, ¿qué nos lleva a afirmar que por el hecho arbitrario de pertenecer a una especie y no a otra somos los dueños de las millones de especies vivas restantes?, ¿cuál es la idea equivocada que convence al hombre como humanidad de que él debe dominar la Tierra sobre lo demás y los demás que le rodean? En una era donde el racismo y el sexismo son actitudes fuertemente combatidas y cada vez menos frecuentes, ¿no es el momento de darnos cuenta de que nosotros aún caemos en el último de esos -ismos, e iniciar una nueva batalla moral?

3 comentarios:

Javier González Zaragoza dijo...

Encuentro muy interesante el artículo y creo que queda un largo camino que recorrer para que la sociedad comience a no solo concienciarse, sino a darse cuenta realmente de lo que está haciendo para que, posteriormente, cada persona sea libre de elegir si debe consumir productos provenientes de animales o no (y lo digo yo, una persona que come carne).

Pd: enhorabuena por el blog, me parece una iniciativa muy productiva :)

Fulgencio Jr. dijo...

Pues claro que somos especistas ¿cómo no íbamos a serlo? Sencillamente no queda otra; pienso que se trata de algo natural: por mucho que lo intentes, no podrás dejar de serlo.

Si se define el especismo como un prejuicio, inclinación o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de la especie propia en detrimento de las restantes, es evidente que no sólo los humanos, sino toda especie animal es especista. Toda especie valora por encima de todo su propia supervivencia. Pero, ¿dónde reside aquí la discriminación moral? ¿no se trata más bien de algo puramente natural?

Siguiendo dicha definición, debemos llamar al león especista cuando se come a la zebra, o a la vaca especista cuando se come a la hierba. Pero nadie aceptaría esto como algo coherente.

Por tanto, parece que calificar al ser humano de especista supone hacerlo desde una perspectiva antropocentrista: a ningún otro animal se le podrá llamar así. Implícitamente, se identifica al humano como el único animal capaz de ser especista (¿no constituiría eso ya un tipo de especismo?).

Con todo, no defiendo que el hombre se coloque por encima en la cadena evolutiva y que con ese pretexto destruya la naturaleza y la entienda como un mero recurso.

Saludos

Unknown dijo...

La definición remite a una imposición, no a la respuesta natural que un león tiene al comerse a una cebra. Sería natural si el hombre se comiese a la vaca, siguiendo la analogía establecida. Pero el hombre no se alimenta de la vaca, la sobre-explota. Lo natural ha sido suprimido. Tu objeción puede ser respondida mejor en vistas a las últimas entradas que he publicado, gracias por la aportación.